Capítulo 2439
Capítulo 2439
Perecer juntos
Justo cuando Jaime esperaba su muerte inminente, la presión sobre él disminuyó de repente. Justo después, la huella de la palma gigante sobre él también desapareció poco a poco. Content is property © NôvelDrama.Org.
Una figura se situó junto a Jaime con las manos hacia delante, resistiéndose con todas sus fuerzas a la enorme huella de la palma.
—Señor Casas, ¿se encuentra bien?
En ese momento, Arconte y Alba ayudaron a Jaime a ponerse en pie, y el hombre que resistía contra la gigantesca huella de palma no era otro que Mateo, de la Secta Luminosa.
—Señor Campos, gracias —expresó Jaime su gratitud al contemplar aquella escena.
Mateo retiró su aura y dijo:
—Es usted demasiado cortés, señor Casas. No esperaba que usted también hubiera entrado en este lugar.
—Mateo, ¿vas a oponerte a la Secta Estrella Voladora por este mocoso? —La voz de Winsor llevaba un matiz frío mientras se dirigía a Mateo.
—Cualquiera que intente dañar al señor Casas es un enemigo de la Secta Luminosa —respondió éste con firmeza.
En ese momento, docenas de personas de las nueve sectas del reino oculto se precipitaron desde varias direcciones.
Sin embargo, muchas sectas no le guardaban rencor a Jaime, por lo que no albergaban hostilidad hacia él.
Aunque no miraban a Jaime con enemistad, eso no significaba que fueran a echarle una mano para rescatarlo.
Esas personas se quedaron a un lado, observando en silencio el enfrentamiento entre Mateo y Winsor.
Teniendo en cuenta sus fuerzas, la Secta Luminosa era inferior a la Secta Estrella Voladora, pero Winsor no estaba dispuesto a enfrentarse a la Secta Luminosa en ese instante.
Si ambos sufrieran pérdidas devastadoras, les resultaría difícil hacerse un hueco en el reino secreto.
A pesar de la habitual coexistencia armoniosa de las sectas en el frente, el equilibrio estaba en realidad respaldado por su fuerza relativamente igual. Sin embargo, si una de las partes se debilitaba, las otras sectas no tardarían en engullirla.
Precisamente por eso, no se produjo ningún enfrentamiento serio entre las nueve sectas después de tantos años. Después de todo, ninguna de ellas estaba dispuesta a ser engullida.
La mirada de Winsor se desvió hacia Huro, su voz sonaba gélida al preguntar:
—Huro, tu propio hijo fue asesinado por Jaime. ¿No tienes deseos de venganza?
Si la Secta Estrella Voladora y la Secta Vientofuerte unían sus fuerzas, la Secta Luminosa podría ser aniquilada en ese momento.
—Mató a mi hijo, pero aún no he pensado en vengarme —respondió Huro con indiferencia.
Emiliano no era hijo biológico de Huro, así que a este no podía importarle menos. Además, había dado instrucciones a Emiliano para que emprendiera la misión con la intención de que Jaime eliminara a
Emiliano.
—Huro, el asesino de tu hijo está frente a ti. ¿Cómo puedes quedarte de brazos cruzados? Si unimos nuestras fuerzas, Mateo no podrá detenernos —intentó convencer Winsor a Huro.
—Puede que no sea capaz de detenerlos, ¡pero estoy dispuesto a autodestruirme y llevármelos a todos abajo conmigo! —declaró Mateo, con voz resuelta—. Escuchen mis órdenes, discípulos de la Secta Luminosa. Si alguien intenta dañar al señor Casas, autodestrúyanse sin dudarlo, ¡aunque eso signifique que todos perezcamos juntos!
—¡Entendido! —Todas las auras de los discípulos de la Secta Luminosa comenzaron a intensificarse.
Al ver aquello, Winsor se quedó boquiabierto. Ni en sus mejores sueños imaginó que Mateo tomaría semejante decisión.
—Mateo, ¿crees que vale la pena llegar tan lejos por Jaime? —gritó Winsor desconcertado.
—¡Sí! —Una mirada decidida se extendió por el semblante de Mateo.
Los miembros de las otras sectas se inquietaron al percibir la determinación de Mateo. Si se autodestruyera, las consecuencias serían nefastas.
—Cálmese, Señor Campos. No esté tan tenso. Siempre hay margen para la negociación. —Isaac dio un paso adelante e intentó hacer entrar en razón a Mateo.
Sin embargo, Mateo no prestó atención a Isaac. Éste era un hombre despreciable que se había confabulado con la Secta del Cielo Ardiente para engañar a Mateo durante muchos años. No era de extrañar que Mateo albergara un profundo resentimiento hacia él.
—Señor Casas, ¿todavía puede moverse?
—Sí. —Jaime asintió.
Al escuchar esto, Mateo le instó al a huir en ese momento, diciendo:
—Señor Casas, váyase ahora; cuanto más lejos, mejor. Déjeme a mí estos asuntos.